Un espacio en penumbra: un teatro. Tiempo indeterminado sobre el escenario. En platea, el presente. La platea vive siempre en el presente. Ríos y Solano se gritan y buscan hasta encontrarse. Dos actores… o algo así: a medio camino entre mendigos y rameras. Dos “comediantes de la legua”. Dos faranduleros de por allá en 1600. Personajes a la deriva del devenir de la historia, a los márgenes de los circuidos oficiales. Dónde estan? Quién son todos estos que los observan desde la oscuridad? Sólo observan? O también los juzgan? No hay tiempo para filosofar, son actores y los actores actúan. Se ponen. Con un baúl lleno de telas, cuerdas, trastos e instrumentos musicales como única maquinaria teatral, desgranarán con menos orden que entusiasmo su viejo oficio: su cajón de sastre de entremeses, loas, octavas, canciones y actas sacramentales, con la esperanza de satisfacer a este público, de entretenerlo. Pero por encima de todo, procurarán por todos los medios perdurar, dejar huella, dejar alguna impronta en su mente, no ser olvidados, pues qué será de ellos mismos si nadie los recuerda? Quizás dejarán de existir?