Entre los silencios del alma y las resonancias de la infancia perdida, esta exposición surge como un jardín interior que florece al recordar. Dulce Presencia propone un tráfico delicado hacia la esencia: esta voz que alguna vez fue clara, luminosa, sin ruido... la de una niña que contemplaba el mundo con sorpresa.
Cada obra es un fragmento onírico, una puerta abierta al territorio del invisible: este mundo interno donde habitan la intuición, la ternura y la belleza sin nombre. A través de formas suaves, colores envolupants y miradas que invitan al retorno, este viaje propone una escucha profunda de lo que siempre ha estado presente: la verdad más dulce y natural de cada ser.